Más competencia, más transparencia, más riesgos: el desafío de las Finanzas Abiertas
Más competencia, más transparencia, más riesgos: el desafío de las Finanzas Abiertas
La entrada en vigencia en 2026 del Sistema de Finanzas Abiertas en Chile marcará un punto de inflexión en el mercado financiero. No se trata solo de una nueva normativa, sino de un cambio de paradigma: por primera vez, los usuarios tendrán el control efectivo sobre sus datos financieros, pudiendo decidir con quién compartirlos y para qué. Este modelo, que ya se ha implementado en otros países con distintos niveles de éxito, busca mejorar la competencia, fomentar la innovación y facilitar el acceso a servicios financieros en mejores condiciones. Pero, como ocurre con cualquier transformación de esta magnitud, el éxito dependerá de cómo se implemente y de qué tan preparados estén los distintos actores para asumir los desafíos que conlleva.
La teoría detrás de las Finanzas Abiertas es simple: cuando una persona solicita un crédito, una cuenta bancaria o cualquier otro producto financiero, la entidad que lo evalúa toma una decisión basada en la información que tiene disponible. Hasta ahora, esos datos estaban en poder exclusivo de los bancos o instituciones con las que el usuario ya tenía una relación. Con este nuevo modelo, esa información podrá ser compartida –siempre con el consentimiento expreso del usuario– con otras entidades que también podrán ofrecer sus servicios, generando así más opciones y condiciones potencialmente más favorables para el cliente. En otras palabras, el poder cambia de manos. Lo que antes era un monopolio de datos ahora se convierte en una herramienta que las personas pueden utilizar a su favor.
Pero el acceso a más y mejores servicios financieros no es el único impacto de este sistema. La entrada de nuevos actores al mercado hará que la competencia se intensifique, obligando a los bancos y empresas tradicionales a mejorar sus productos. En teoría, esto debería beneficiar especialmente a quienes históricamente han quedado fuera del sistema: pequeños emprendedores, personas sin historial crediticio o quienes han tenido dificultades para acceder a financiamiento en el pasado. Sin embargo, el solo hecho de abrir el acceso a los datos no garantiza que la inclusión financiera se produzca automáticamente. Será clave que los nuevos jugadores ofrezcan alternativas reales y que los usuarios conozcan y comprendan cómo pueden aprovechar este nuevo ecosistema a su favor.
Ahora bien, si hay algo que puede frenar el desarrollo de las Finanzas Abiertas, es la falta de confianza. Y aquí es donde el resguardo de los datos personales y la ciberseguridad se vuelven fundamentales. La promesa de más transparencia y mejores condiciones de mercado pierde todo sentido si las personas sienten que su información no está protegida o que puede ser utilizada sin su consentimiento. Por eso, la normativa exige que las entidades cumplan con principios claros: los datos solo pueden ser utilizados para los fines específicos que el usuario autorice, deben manejarse con altos estándares de seguridad y su acceso debe ser restringido a quienes realmente lo necesiten. Pero más allá de la regulación, lo que definirá el éxito de este sistema es la confianza que logren generar las instituciones que participen en él.
El equilibrio entre innovación y seguridad será la clave en este proceso. Un mercado más abierto y competitivo puede traer grandes beneficios, pero si la implementación se hace de manera apresurada o sin las salvaguardas adecuadas, los riesgos pueden ser mayores que las oportunidades. Chile tiene la oportunidad de dar un paso adelante en la modernización de su sistema financiero, pero hacerlo bien tomará tiempo. Las reglas están sobre la mesa, ahora queda ver cómo se aplican en la práctica y si realmente se traducen en un beneficio para los usuarios.
La teoría detrás de las Finanzas Abiertas es simple: cuando una persona solicita un crédito, una cuenta bancaria o cualquier otro producto financiero, la entidad que lo evalúa toma una decisión basada en la información que tiene disponible. Hasta ahora, esos datos estaban en poder exclusivo de los bancos o instituciones con las que el usuario ya tenía una relación. Con este nuevo modelo, esa información podrá ser compartida –siempre con el consentimiento expreso del usuario– con otras entidades que también podrán ofrecer sus servicios, generando así más opciones y condiciones potencialmente más favorables para el cliente. En otras palabras, el poder cambia de manos. Lo que antes era un monopolio de datos ahora se convierte en una herramienta que las personas pueden utilizar a su favor.
Pero el acceso a más y mejores servicios financieros no es el único impacto de este sistema. La entrada de nuevos actores al mercado hará que la competencia se intensifique, obligando a los bancos y empresas tradicionales a mejorar sus productos. En teoría, esto debería beneficiar especialmente a quienes históricamente han quedado fuera del sistema: pequeños emprendedores, personas sin historial crediticio o quienes han tenido dificultades para acceder a financiamiento en el pasado. Sin embargo, el solo hecho de abrir el acceso a los datos no garantiza que la inclusión financiera se produzca automáticamente. Será clave que los nuevos jugadores ofrezcan alternativas reales y que los usuarios conozcan y comprendan cómo pueden aprovechar este nuevo ecosistema a su favor.
Ahora bien, si hay algo que puede frenar el desarrollo de las Finanzas Abiertas, es la falta de confianza. Y aquí es donde el resguardo de los datos personales y la ciberseguridad se vuelven fundamentales. La promesa de más transparencia y mejores condiciones de mercado pierde todo sentido si las personas sienten que su información no está protegida o que puede ser utilizada sin su consentimiento. Por eso, la normativa exige que las entidades cumplan con principios claros: los datos solo pueden ser utilizados para los fines específicos que el usuario autorice, deben manejarse con altos estándares de seguridad y su acceso debe ser restringido a quienes realmente lo necesiten. Pero más allá de la regulación, lo que definirá el éxito de este sistema es la confianza que logren generar las instituciones que participen en él.
El equilibrio entre innovación y seguridad será la clave en este proceso. Un mercado más abierto y competitivo puede traer grandes beneficios, pero si la implementación se hace de manera apresurada o sin las salvaguardas adecuadas, los riesgos pueden ser mayores que las oportunidades. Chile tiene la oportunidad de dar un paso adelante en la modernización de su sistema financiero, pero hacerlo bien tomará tiempo. Las reglas están sobre la mesa, ahora queda ver cómo se aplican en la práctica y si realmente se traducen en un beneficio para los usuarios.